sábado, abril 28, 2007

Carta para mi padre

San Bernardo, 29 de abril de 2007

Querido Divancito:

Me he propuesto escribirte un poco, porque hay muchas cosas que quisiera decirte, aunque no estés en forma visible conmigo. Creo que estás ahí, porque alguien me cuida mucho, y quisiera tener pruebas reales de eso, pero no es muy lógico pedirlas, ni tampoco podría hacerlo, sé que no es fácil para tí. Siempre te pedí demasiadas cosas.

No puedo negarlo, te extraño demasiado. No busco negarlo tampoco, te recuerdo con mucha frecuencia, porque cada día dicen que me parezco más a tí, en demasiados sentidos. Me miro al espejo, y, si fuera más peluda y más cejuda, sería igual. Ni hablar de la estatura, del pelo, de la contextura, de las mañas y de otras cosas medio tabú que supe después de tí.

No, no tienes nada de qué preocuparte, padre, sé todo lo que fuiste, lo que no fuiste, lo que ocultaste tanto tiempo. Sin embargo, todo lo que fuiste, todo lo que significaste para otros fue siempre grandioso, siempre fuiste el "caballero de los cielos", y eso lo sé, porque conmigo eras perfecto. Escaso, pero perfecto.

Te echo de menos, viejo. Echo de menos poder hablar contigo entre tus malditos viajes de semanas y semanas, entre los problemas de plata, los dolores de cuello y de cabeza y los dividendos, esos que ya no se pagan, porque el departamento quedó pagado cuando moriste. Sí, tus planes de dejarnos el auto, el montepío y el departamento fueron correctos, pero no te imaginaste todo lo que me harías falta, parece. Cada día me pregunto qué dirías si soy como tú en todos los sentidos, si quiero casi lo mismo que tú querías, si trabajo en el centro, a cuadras de tu antiguo trabajo, si mis dibujos son tan elaborados como los tuyos, cuando hacías ilustraciones publicitarias. Pagaría por tener el original de ese pescado que hiciste para la lata de conservas, ese que me comentaste tan entusiasmado. Demonios, duele pensar que no me conociste realmente.

No, si sé que no fue con intención, la muerte que tuviste fue espantosa, y cuando la recuerdo, se me llenan los ojos (o el corazón) de lágrimas. Ir a verte todos los días al hospital fue necesario, fue doloroso, fue triste. Yo te admiro, padre, de veras que sí, y entonces veía que te ibas de a poco, tan lentamente....que no entendía un carajo (ni entiendo) cómo es que el genio de alguien se vuelve puro humo, aire...nada luego.

La muerte se lleva lo mejor y lo peor de cada persona, parece.

Quiero contarte un poco de mi vida, padre, porque creo que te ocupas de cuidar a otras personas además de mí, como siempre hiciste. Espero que mi abuela no te moleste mucho en el inframundo, o en donde estén, aunque ella sufrió tanto como tú en el hospital. Fue tan malo para mi madre. Y para mí.

Bueno, al grano: tengo una pareja. Tiene un nombre hermoso, al cual se dedica una melodía de Beethoven que tú tocaste en el piano de la casa de la abuela alguna vez. Tiene un genio complicado, como tú, es muy amorosa conmigo, suele ser bastante complicada, pero me gusta así. Lo más importante es que ha estado conmigo en tantas ocasiones, y siempre con la mejor de las intenciones, me ayuda, me acurruca y hace que sonría harto. Creo que eso es lo importante. Después de todo, no tuviste que perseguir a nadie con un rifle, diván: yo misma he resultado ser de ese tipo de personas, las que roban las hijas de otros.

Mi madre no está muy bien. Tenías razón: mi abuela no dejaría en paz a mi madre hasta el final, y eso se cumplió con creces hasta mediados del año pasado. Yo misma traté de que mi vieja no sufriera más depresión de varias formas, siempre sonriendo, ayudando y todo eso, pero no fue suficiente, y mi abuela al final partió dejando a su hija con una carga emocional excesivamente cruel. Yo bajé de peso (ya no soy tu gordita....no sé si te guste, pero estoy flaca como palo de nuevo) y he perdido un buen poco de pelo. Ni hablar de la palidez, que se supone que puedo haber heredado de tí. Espero que no sea así.

Trabajo en el diario La Nación, a todo esto, como diseñadora. El hecho que me hayas regalado tantos lápices cuando pequeña derivó en que yo siguiera pensando en cómo ponerles un "borde" a las cosas que imaginaba, sobre un papel. Y bueno, tengo la habilidad tuya, de las imágenes y los dibujos, del idioma, de la música y de la escritura. Estudié lo más duro que pude durante todos estos años, logrando muchas cosas, sin embargo, siempre que veo un avión sobre mi cabeza, sueño con volar, y aprender instrumentos, y salir y remontarme por sobre los demás, como lo hacías tú. Soy una buena diseñadora, padre, y hago casi lo que me place, y con gusto y buena paga.

Bueno, yo te hubiera pedido que me dieras instrucción de vuelo, en realidad, pero la historia ya la sabemos los dos. No creo que te hubiera gustado la idea, ya me habías dicho que "piloto??? nooo, no, no, no..." con esa cara de seriote que ponías.

¿Has visto qué animalitos hay en mi casa? Una perra negra, y una gata, que de seguro adorarías. Siempre que veo gatos te recuerdo. Siempre que veo aviones o lentes Ray Ban o gente saliendo del MOP, o...
....cuando siento el aroma de tu after shave, ese que no estaba en mi casa, pero sí en tu departamento. Brut. Y ese desorden de puta madre, papá, todo eso recuerdo.

No saco nada con seguir diciendo que extraño lo que no fue, lo que tal vez sería, un futuro incierto, como se perfilaba hasta que moriste. Entonces, dejé de ser la niña, para ser la mujer y luego ser un hombre, por segundos o minutos y hasta horas. Y días, todo, para ser apoyo de tu pobre mujer, que lloró por tus faltas, por tus ausencias y tus secretos más feos.
Padre, eso no se le hace a una mujer buena como ella, pero te amo de todos modos, tanto como para admirarte y no repetir tus errores.

Me despido por ahora, porque creo que tengo demasiadas cosas que decir, y este espacio es agotador a los ojos. Sólo te pido que no te vayas de mi lado, que sigas hablándome en los sueños, que me protejas de lo que creo que no me hará daño, como suelo creer. Tus pelos de las manos, tus cejas, tu nariz, todo eso se pone borroso en mi memoria, y sin embargo, más fuertes son los recuerdos de tu esencia y de tus palabras.


Cuidate, donde quiera que estés, Divancito, y cuida a mi madre, que ella te sigue amando, con toda su alma. Se le nota en el fondo de los ojos, sé cómo ver eso en los ojos de las mujeres.



Quien te extraña y te ama,
tu hija,
Pilar

1 comentario:

  1. Anónimo11:11 a. m.

    Hola Pilar, me tome el atrevimiento de entrar a esta pag. porque sinceramente estaba buscando algo asi, saber que no soy la unica que sufre por la perdida de un padre y cada letra q escribias senti que era yo misma, me vi reflejada en cada palabra... Creo que no es necesario que yo vuelva a comentar todo...
    Gracias por esas hermosas palabras me hicieron pensar mucho... Yo tambien siento que no estoy sola, todavia hay mucho porque luchar...
    Te saluda Atte. Yesica

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