viernes, agosto 24, 2007

Una cosa más o menos interesante

En el mundo del diseño y de lo creativo hay miles de listas de cosas que uno no debe hacer, o "lo que Yo creo que es lo correcto", o cómo ser cool, cómo no ser cool y ese tipo de patrañas.

Acá hay una listita de ésas, pero que tiene un cariz mucho más humano (y aplicable a la vida no-creativa, por así decirlo, porque todos somos siempre creativos de un modo u otro en la vida diaria, o nos aburrimos soberanamente)

Es cosa de hacer click en el link, aunque la idea no es tomárselo tan a pecho tampoco.

http://www.foroalfa.com/A.php/Diez_cosas_que_aprendi/103

jueves, agosto 16, 2007

Acerca de la pertenencia

¿Les conté alguna vez que viví los primeros 18 años de mi vida en una gran parcela, donde habían muchos árboles, animales, excesivo pasto, tierra y flores? Creo que no, y para el caso, no es la gran cosa tampoco, pero sirve de marco para lo que quisiera compartir.

Bueno, pasa que viví toda mi infancia aislada, escuchando gallos que cantaban a las 6:30, con perros, gatos, pollos, gansos, conejos y un terreno donde me perdía siempre, para conveniencia propia y para enojo de mi madre. Como tengo asma desde que nací, el pasto siempre me jugó en contra, así que después de correr y creerme tarzán por horas y horas, caía ahogada en cama, con alguna enfermedad. Así fue como no tuve muchos amigos, no vi mucha tele, leí y leí libros de todo tipo y dibujé hasta agotar mis ojos.

Viví en dos casas: una de madera, chiquita pero cómoda, y los últimos años los pasé en la casa "patronal", por así decirlo: era de concreto, con piso de madera y muy helada. Ahí viví cosas maravillosas, cosas muy tristes, tardes imposibles de siesta obligada y sueños acerca del futuro. Era la casa de mis abuelos, ahi donde todo había sucedido y donde mis tíos habían crecido.

Hace ya 8 años que no vivo ahí. La casa de madera fue vendida a unos perfectos extraños hace un tiempo ya, pero aún conservábamos la casa de mis abuelos, la inexpugnable casa fría, de los años 40. Me costó limitarme (mental y físicamente) a un lugar donde no estaba MI árbol, o mi tierra, mis plantas, y mis rincones raros, pero al final lo hice, reemplazando pasto y pájaros por piezas de un departamento mucho más cómodo y seguro, en un primer piso de un condominio decente.

Hoy esa antigua casa de los '40 está a la venta, con el terreno completo. Se vende en 23 millones, aunque el paso de los malditos arrendatarios hace que valga sólo 20 millones: la pieza donde poníamos el árbol de pascua fue dañada, el cielo fue arrancado de su lugar, para forrar una pieza improvisada. Se ven las vigas...parece que ya no hay tina en el baño, y la cocina ya no ve spaguettis hechos por mi viejo y por mí, porque nada de eso queda.
Ese lugar ya no me pertenece, y no hay remedio.

Mi mamá, cuando fue a verificar el estado de la propiedad, tampoco sintió el dolor de ver destruido lo que era tuyo, porque ya no tenía ese sentido de pertenencia. La casa le dio escalofríos, y rabia (porque nadie espera que un arrendatario destruya la propiedad donde vive, o al menos, eso me gustaría creer). Las piezas donde durmió con mi abuela ya no tienen ése espíritu, esa esencia y esos recuerdos, y mi madre lo observó todo con lástima, pero no con nostalgia. Yo lo recuerdo todo con tristeza, a decir verdad, y no quiero ver la casa, no quiero ver esas paredes manchadas y el techo a punto de caer.

La pertenencia es justamente eso, lo que existe cuando se otorga a un lugar cierta característica que lo hace tuyo, como cuando ese pedazo de tierra dice que allí viviste durante años de tu vida. Y mi casa de la parcela, la que encierra aún en mi mente miles de momentos y frases, ya no me pertenece. Y tampoco le pertenece a mi madre, o a sus hermanos, o a mi abuelo.

La pertenencia ahora la relleno con muebles comprados en el Easy, adornos de Casa Ideas y con una cama de dos plazas, entre paredes que aún huelen a nuevo, y que se visten con sueños.

Sin embargo, no puedo evitar sentir un poco de tristeza.