Hace muy poco sufrí la pérdida de alguien muy especial en mi vida, de esas personas con las que uno puede llevarse o muy bien, o definitivamente mal. Nunca tuvimos una relación de lo más fluída, especialmente por la diferencia generacional, pero más que nada es que mi abuela siempre tuvo un carácter de lo más especial. Y como yo no lo hago nada mal, el resultado fue simplemente desastroso.
Mi abuela vivía conmigo y con mi madre, y año tras año se fue desgastando, se fue poniendo más intolerable, más difícil, aunque muy lúcida. Demasiado lúcida. Me enseñó muchas palabras complicadas y viejas, de las cuales ahora hago especial gala (conocerlas es algo muy raro, eso lo sé). Me sé al menos cinco historias de la época de los años ''30 y 40 que ella contaba con mucho entusiasmo, tengo anécdotas respecto a mi sexualidad que son dignas del chiste más cruel, y miles de escenas de peleas, lágrimas, conversaciones pendientes, miradas de enojo y cariños torpes pero sinceros. Me dejó recetas de comida y secretos de cuidado personal transmitidas oralmente, cosa que ahora recuerdo con más intensidad.....fue tanto, y tan mal que nos llevábamos.
En fin, el día miércoles pasado mi abuela decidió partir desde una sala de hospital cercana a mi casa. Llamaron temprano a mi mamá, que reaccionó en una forma que nunca he visto antes, lo que significa tener que intentar hacerla volver, como sea. Mi propio dolor pasó a un enésimo plano, pero me molestaba en la garganta, y en los ojos, con los que veía a mi mamá sumida en gritos, temblores, llanto, palabras sin sentido, todo junto. Esa mañana tuve que lidiar con trámites de entierro, ponerle un cojín debajo de la cabeza a mi inerte abuela, sentir el aroma de la limpieza que le hicieron, sentir su piel fría, cerrar mejor sus ojos. Nunca se me va a olvidar, de eso estoy segura. Morir en Chile demanda una acción veloz, tener todo planificado, ser frío y tener algún tipo de compañía al lado. Mi madre me tenía a mí, a mi prima y a una tía. Mis tíos hacían demostraciones de su miedo a la muerte.......huyendo a otras labores menos lúgubres.
Las exequias finalmente fueron muy sobrias, minimalistas, de lo más quitadas de bulla. Mi mamá no tenía capacidad para sonreír, su madre y tesoro se había ido, y no había camino de vuelta. Yo recibí y abracé a muchas personas, sonriendo en forma bien extraña, con gestos prefabricados, agradeciendo, pensando en miles de otras cosas. Ofrecía cafés, dulces, chicles, lo que fuera para evitar que nadie muriera de frío en la catedral de San Bernardo. Era como una seudo organizadora, vestida de negro, con mi novia al lado, preguntándome quiénes eran todas personas. Lo más chistoso es que ni yo misma lo sabía.....ni las recordaba siquiera.
Un tío mío pidió un aplauso al hacer bajar la urna en la bóveda donde está también mi padre. Mi madre leyó un rezo de San Francisco, el otro hijo se quedó callado, sin decir nada. Yo sentí terror de mirar hacia dentro de la tumba y ver la profundidad, la humedad, la oscuridad.....mi rostro no fue disimulado, y Elisa atinó a tomarme de la mano, viendo mi miedo. Fue tan triste. Yo no dije nada, pero se me escaparon las lágrimas, sin poder hacer mucho por combatirlas. No era posible.
La gente que estaba allí miraba cómo todo terminaba, y cada cual después buscó el camino de vuelta a casa, con paso lento. Mi abuela se quedó ahí enterrada, junto a mi padre, a quien detestaba profundamente...vaya cosa!
Vivir y morir en Chile exige cánones de tino, de acción veloz, de eficiencia, de ciertas reglas que deben guardarse, como por ejemplo, que una "dama" jamás carga un ataúd. Morir en Chile exige cierta cantidad de educación, de modales, de sonrisas que casi no existen, pero surgen de todos modos. Con mi abuela lo logré, como casi lo logré con mi padre. Lástima que soy de efecto retardado, y en detalles muy escondidos y traicioneros voy dándome cuenta de la ausencia, de los recuerdos, de la importancia....y lloro.
Es obvio, no?
Mi abuela vivía conmigo y con mi madre, y año tras año se fue desgastando, se fue poniendo más intolerable, más difícil, aunque muy lúcida. Demasiado lúcida. Me enseñó muchas palabras complicadas y viejas, de las cuales ahora hago especial gala (conocerlas es algo muy raro, eso lo sé). Me sé al menos cinco historias de la época de los años ''30 y 40 que ella contaba con mucho entusiasmo, tengo anécdotas respecto a mi sexualidad que son dignas del chiste más cruel, y miles de escenas de peleas, lágrimas, conversaciones pendientes, miradas de enojo y cariños torpes pero sinceros. Me dejó recetas de comida y secretos de cuidado personal transmitidas oralmente, cosa que ahora recuerdo con más intensidad.....fue tanto, y tan mal que nos llevábamos.
En fin, el día miércoles pasado mi abuela decidió partir desde una sala de hospital cercana a mi casa. Llamaron temprano a mi mamá, que reaccionó en una forma que nunca he visto antes, lo que significa tener que intentar hacerla volver, como sea. Mi propio dolor pasó a un enésimo plano, pero me molestaba en la garganta, y en los ojos, con los que veía a mi mamá sumida en gritos, temblores, llanto, palabras sin sentido, todo junto. Esa mañana tuve que lidiar con trámites de entierro, ponerle un cojín debajo de la cabeza a mi inerte abuela, sentir el aroma de la limpieza que le hicieron, sentir su piel fría, cerrar mejor sus ojos. Nunca se me va a olvidar, de eso estoy segura. Morir en Chile demanda una acción veloz, tener todo planificado, ser frío y tener algún tipo de compañía al lado. Mi madre me tenía a mí, a mi prima y a una tía. Mis tíos hacían demostraciones de su miedo a la muerte.......huyendo a otras labores menos lúgubres.
Las exequias finalmente fueron muy sobrias, minimalistas, de lo más quitadas de bulla. Mi mamá no tenía capacidad para sonreír, su madre y tesoro se había ido, y no había camino de vuelta. Yo recibí y abracé a muchas personas, sonriendo en forma bien extraña, con gestos prefabricados, agradeciendo, pensando en miles de otras cosas. Ofrecía cafés, dulces, chicles, lo que fuera para evitar que nadie muriera de frío en la catedral de San Bernardo. Era como una seudo organizadora, vestida de negro, con mi novia al lado, preguntándome quiénes eran todas personas. Lo más chistoso es que ni yo misma lo sabía.....ni las recordaba siquiera.
Un tío mío pidió un aplauso al hacer bajar la urna en la bóveda donde está también mi padre. Mi madre leyó un rezo de San Francisco, el otro hijo se quedó callado, sin decir nada. Yo sentí terror de mirar hacia dentro de la tumba y ver la profundidad, la humedad, la oscuridad.....mi rostro no fue disimulado, y Elisa atinó a tomarme de la mano, viendo mi miedo. Fue tan triste. Yo no dije nada, pero se me escaparon las lágrimas, sin poder hacer mucho por combatirlas. No era posible.
La gente que estaba allí miraba cómo todo terminaba, y cada cual después buscó el camino de vuelta a casa, con paso lento. Mi abuela se quedó ahí enterrada, junto a mi padre, a quien detestaba profundamente...vaya cosa!
Vivir y morir en Chile exige cánones de tino, de acción veloz, de eficiencia, de ciertas reglas que deben guardarse, como por ejemplo, que una "dama" jamás carga un ataúd. Morir en Chile exige cierta cantidad de educación, de modales, de sonrisas que casi no existen, pero surgen de todos modos. Con mi abuela lo logré, como casi lo logré con mi padre. Lástima que soy de efecto retardado, y en detalles muy escondidos y traicioneros voy dándome cuenta de la ausencia, de los recuerdos, de la importancia....y lloro.
Es obvio, no?
nunca olvidaré la frase: "piliiiiii, los pajáritoossss....... 3 minutos despues....piliiiiiiiiiiiiiiiiiii las cortinas.........3 minutos después: piliiiiiiiiiiiiiiiiii agua...... 3 minutos despues: piliiiiiiii prendame la tele..."... un abrazo mujer que finalmente la awela estará en nuestros recuerdos por el resto de nuestras vidas.
ResponderBorrarcuando lo necesitas mis brazos te acojeran.
ResponderBorrar... como siempre usuario ninja...
es increible que se tenga que actuar tan rapido despues de la muerte de un ser querido... es tan dificil por que una se queda como paralizada. y tambien me parece increible lo diferente que se toman los rituales de muerte... en mi caso fue todo alegre, pero con muchas lagrimas.
ResponderBorrarsi poh... fue bien triste... lo heavy fue escucharlo en vivo y en directo el domingo; entre las fotos de teillier y los cariños de la mako...
ResponderBorraryo querìa harto a la abuelita... quizás está de más decir eso; pero vale...
desde aqui, destellos violetas...