Por un momento, pierdo la fe.
No veo nada, por un segundo,
nada más que oscuridad.
Como si fuera un pestañeo veloz,
la realidad me toca, me araña,
me remece por los hombros,
me abofetea sin piedad.
Por unos segundos,
leves y tristes suspiros,
el cielo gris,
la tierra fría,
el árbol sin fruto,
y el agua turbia.
Y al pasar el segundo,
un resabio amargo,
junto a un escalofrío,
de un paralelo desconsolado,
en algún lugar del universo.
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