Hoy comienza una nueva era de cambios, de mejoras, de grandes aspiraciones, de grandes promesas y nuevas perspectivas. Hoy asume el mando del país el señor Sebastián Piñera, líder de la derecha nacional.
Cambios, mejoras, aspiraciones, promesas y nuevas perspectivas... todo eso es necesario para enfrentar este período nuevo, para hacer que valga la pena. No es tarea fácil.
Los cambios surgen para ser una mejor oposición, para adquirir fundamentos sólidos, para poder decir "esto no me gusta, no me parece, y sé bien por qué." Habrá que buscar una constante mejora como persona, como ciudadanos, como alguien que dejó de ser un tibio simpatizante de la concertación, para enarbolar realmente los principios de la oposición, o si se quiere, de la izquierda. Las grandes aspiraciones debieran ir de la mano del progreso y el bien común, de la paz, del crecimiento valórico, del Amor, jamás en desmedro de otros, ni de otros seres, o de la Madre Tierra, la gran olvidada por las clases políticas. Las promesas debieran volverse silentes y honestas, siempre nobles, tratando de mantener la consecuencia, que es la base de una oposición/ciudadanía firme y concisa. Por último, las nuevas perspectivas debieran ser, sin dudas, aquellas que entrega la iluminación, la reflexión, la escucha pacífica de otros puntos de vista y el discurso sereno de quien sabe qué quiere, y qué no.
Porque cuando uno de verdad asume una posición, la mantiene desde el inicio hasta el final. Cuesta más que cualquier cosa, a veces es casi imposible de mantener, pero el fruto es imperecedero, y recordado por los tiempos.
Esa es la oposición que busco, y es el norte al cual apunto desde el día de hoy. La oposición debiera ser aquella fuerza que logre construir un país desde sus cimientos en tiempos de temblores, tanto políticos como geológicos, y que logre generar una identidad grande, diversa, con la voz del pueblo por encima de todo sistema.
Esa es la oposición que quiero. Y nada más.
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