domingo, enero 17, 2010

Viva el cambio (o cómo Chile se quedó sin memoria)

Hoy, domingo 17 de enero, salí a votar con muchas ganas. Estaba contenta. Tomé mi bicicleta con mi Elisa y partimos a poner una línea en una papeleta.

Hace unos cinco años, eso no lo habría dicho jamás.
De hecho, me inscribí en los registros para estas elecciones, con la idea de ejercer mi derecho ciudadano. Había una decisión importante que tomar. O al menos eso creía.

Hay que decirlo, en mi propia historia personal, fui evolucionando respecto a lo que era la política para mí, me fui formando una opinión, fui informándome de a poco, leyendo, comentando, y discutiendo. Nunca faltaron las aclaraciones, las historias escondidas de ciertas facciones, y el pasaje más oscuro, ése de la dictadura, que duele profundamente en la memoria. Probablemente mi trabajo me haya influenciado, y mucho.

Ahora, tras conocer los cómputos, y tal vez desde mucho antes, me arrepiento de haber tomado ese camino. Alguna vez dijeron eso de "ignorance is blessing", o "quien nada sabe, nada teme". Mi naturaleza va en contra de esos principios, y bueno, preferí enterarme de todo. Hoy ganó un candidato que definitivamente no era el mío, representando al sector político que más detesto en nuestro paisaje nacional. Si fuera una especie de rechazo per sé podría tal vez aceptar las cosas en forma más calma, pensar "bué, no ganó la concertación, vamos por el cambio", y toda esa majamama de idioteces demagógicas, pero sé que no es así: el conocimiento me entregó herramientas, me dio directrices, y finalmente, me hizo sentir algo más de pertenencia a ciertos ideales, y a ciertos valores, que naturalmente, no son los de derecha.

Ha ganado la derecha. En ese pequeño grupo de personas hay de todo, para todos los gustos, y ellos ejercerán el poder. Prometen reales cambios respecto al gobierno anterior, prometen mantener lo bueno, sacar lo malo, remozar lo que está obsoleto. Ser mejores.

Mi problema es que no les creo. Para ellos, los homosexuales no existimos, las minorías étnicas son para promover el turismo, todo es medible en acciones, y las voluntades son reversibles como las chaquetas. No les creo cuando hablan de cultura, no les compro nada cuando hablan de proteger al obrero, porque para ellos es llenarse la boca de promesas vacías. ¿Realmente quieren dar cabida a expresiones populares, como por ejemplo, el arte clandestino que nació en los años de dictadura? ¿El muralismo comunista será discriminado? ¿Permitirán esas muestras de cultura? O tal vez, ¿Darán cabida a los homosexuales en su mundo político, en sus leyes, en sus reformas?

Creo que no. La concertación no supo solucionar los problemas étnicos más graves, ni las leyes de herencia y sucesión en parejas del mismo sexo, y apenas hace un par de días lograron finalizar el tema de la píldora del día después. ¿La gente creerá que la derecha sí logrará hacer cambios sustanciales, de fondo, con voluntad real de mejorar el sistema? ¿Qué les hace pensar que en ese grupo NO EXISTEN personas que se entregan a la coima, al robo, al fraude, como los de la concertación? El problema, señores, está en qué perspectiva de vida tendremos los trabajadores, los que estamos sindicalizados, los que sí nos agrupamos para que las relaciones empleador-trabajador sean las correctas, bajo un gobierno al que simplemente NO LES IMPORTAN LOS SINDICATOS, que no respeta los derechos de las personas (ah, no olviden que los homosexuales no existimos) y que finalmente, es heredero de las facilidades, los favores y los valores instaurados durante la dictadura.

Chile está desmemoriado. Me ha decepcionado.
Y así, yo no quiero Chile.

1 comentario:

  1. Anónimo10:44 p. m.

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