En ese lugar perfecto no caben las miradas ajenas
ahí, calladas y sonrientes las dos,
no entra el odio ni la ira,
porque simplemente se ven repelidos
como si fuera un escudo protector.
Lo que digan otros, lo que piensen otros,
todo eso no existe.
De noche, llegas a mis brazos,
y te oculto con calma,
para sentir el aroma de tu pelo,
y esa respiración deliciosa.
Mis brazos se hacen pequeños
tratando de asirte con una necesidad imperiosa
de hacerte totalmente mía.
La fuerza y el fuego no faltan,
nunca faltan.
Entonces el rincón que siempre te ofrezco
y que siempre me ofreces
se convierte en un templo de tibieza
de luz y de dulzura,
como la miel misma de dulce,
y suave como el toque más profundo.
Todo se vuelve simple
todo, simplemente, es bello.
Furugio
ResponderBorrarHola, cambié mi blog. A ver qué te parece este.
ResponderBorrarUn saludo.