¿Y qué si quiero el monopolio de tus días?
Y si los días se acaban, y ya no hay cómo medirlos,
¿qué haría entonces?
No me canso de decírtelo,
aunque parezca una loca más,
que la creatividad se desliza por las líneas,
por los trazos o en los vectores,
que bastan para mi trabajo, aunque no sea digno de un genio,
Sin embargo, no es cuestión de originalidad
o de ocurrencia
el que yo soporte no estar contigo,
o saberte lejos.
No es asunto de intelecto,
si responde a mis instintos.
No es asunto de raciocinio,
ni de lógica,
ni de ciencia,
si lo que busco es un tono de voz,
un cierto gesto,
tus manos y tu abrazo.
No es cuantificable la falta que me haces
No es mensurable el vacío del silencio,
cuando las noches se llenan de fantasmas
incrustados en sueños terribles.
¿Qué, si deseo tu atención?
Así me conociste, implacable,
ególatra, egoísta y celosa,
y me gustaría poder decir
que sé cómo combatirlo,
pero sería una ilusión:
morderse los labios es más fácil,
dar golpes contra el cielo es mejor,
si con eso logro no molestarte.
Sí, quiero el monopolio de tus horas,
de tus letras, de tus intenciones,
de tus deseos.
Pero uno siempre quiere
demasiadas cosas en esta vida,
y sé que tu amor me basta y me sobra,
como la mejor de las recompensas.