jueves, febrero 12, 2009

Vegetariana, celíaca y casi intolerante a la lactosa ¿qué hago?

¿Cómo fue a pasar eso? Es decir, ¿cómo, siendo yo una carnívora de primera, pasé a ser una vegetariana consecuente? ¿Cómo alguien que se supone de salud "normal" llega a ser celíaca, sin preguntas ni sorteos? Y la tercera, ¿Cómo alguien que toma leche sin problemas como si tomara agua, de pronto puede ser intolerante a la lactosa?

La primera, por opción propia, he de decir. Me he considerado carnívora toda mi vida. Sin embargo, porque mi estómago estaba comportándose muy mal (especialmente cuando comía carne), dejé de comer fibras animales en general, de una manera incomprensible para los que me conocen. No, no es por un tema de vanidad: es por salud y por consecuencia. La carne ya viene con un montón de toxinas generadas por el propio animal, entonces, ¿por qué me voy a comer a otro animal igual de tóxico que yo? No tiene sentido, si además lo que aporta, las proteínas, las puedo tomar de la leche, de los huevos, y la soya, mucho menos tóxicos y complejos que la carne. El cambio no fue difícil, pero sí el tratar de dejar tranquilos a los demás con el tema de la carne, que no me voy a desaparacer por no comer bistecs. Por otro lado, y aunque a mi novia no le guste este fundamento, no puedo querer a los animales con todo mi corazón, si por otro lado me los estoy comiendo. No es consecuente. Me gusta verlos vivos, y no podría comerme a mi perro, por ejemplo. Las vacas no hacen mucha diferencia, ni los pollos, ni los cerdos. Si el resto se los come, bien por ellos, no voy a ir a pararme afuera de sus casas a gritar "¡asesinos!" mientras hacen un asado, porque es absurdo promover un cambio de mentalidad de esa forma. Así que, soya mediante, no pienso volver a comer carne.

Lo segundo, la enfermedad celíaca. No se lo desearía a nadie, ni al peor enemigo, porque es algo bien jodido. En lenguaje normal, es alergia al gluten, pero no con la sintomatología clásica de las alergias, si no que implica un daño profundo en el intestino delgado. El cuerpo reacciona negativamente al gluten, una proteína que contiene el trigo, el centeno, la cebada y la avena, y por ende, cada cosa hecha con esas cosas, desde el pan hasta algunos almidones modificados que se agregan a dulces y miles de otras cosas. Me pillaron justo en la última etapa, "III C de Marsh", lo que indica que tengo que tener una dieta estricta hasta el fin de mis días. Bye-bye cerveza, bye-bye fideos. Tengo que hacerme un montón de exámenes más, pero ya da lo mismo: no puedo comer de una parte importante de los alimentos que hay en el mercado chileno. Si no me cuido, la cosa puede terminar en cáncer y bueno, en ese lío nadie quiere meterse, ¿no?

Y lo tercero, lo más lamentable, pero a la vez casi tratable: por el autodaño hecho al intestino al comer gluten, puede que mi cuerpo no procese bien la lactosa por un tiempo, así que tampoco puedo comer yogurths o tomar leche, cosas básicas en mi dieta. Esperemos que esto se pase tras la mejora progresiva del intestino, claro, si sigo la OTRA DIETA en forma rigurosa.

Al parecer la cosa no se viene simple. Al menos en cuanto al tema celíaco, el costo de la comida sube en forma considerable, y es probable que baje un poco de peso, además de tener que ver la etiqueta de cada cosa que quiera comer. Elisa me ayuda harto con el tema, y mi vieja también, así que hay apoyo de sobra. En la oficina los chicos recién están entendiendo del tema.

Eso sí, lo que yo creo que nunca van a entender mis carnívoros compañeros es el tema de la carne. Bueno, así es la vida: difícil. Y la mía es particularmente verde.

domingo, febrero 01, 2009

Erotica

Vi una sombra,
cerré los ojos,
sentí su textura rozándome,
pude imaginarme la eterna dulzura,
en un parpadear como de colibrí.
Toqué y toqué hasta llegar
donde creí que no iba a volver
una y otra y otra vez.
Todo era una sola cosa:
su pelo, sus ojos, su aroma,
su calor, lo blando de sus pechos,
la curva más precisa,
justo debajo de mi conciencia.
Me hice una con lo que soñaba
y los sonidos se deformaron
hasta convertirse en una masa,
en una nube,
en una sábana arrugada,
en un color indefinido.
Toqué y rasgué y toqué de nuevo
hasta cuando ya no pude hacer más
que respirar profundo
como queriendo atrapar la vida misma
en los pulmones y en la sangre.
Fuimos una, una sola,
porque respirábamos fuego,
porque era la humedad
un estado de complicidad absoluta.
Y sin miedo ni de la muerte,
nos reímos luego,
observando el desorden,
y mirando la hora,
después de ver el placer desatado,
de la forma más hermosa.